El pequeño violinista (para Fernandito)

Por Marta Manríquez Morales

Había una vez un grillo, sí, Fer, me pediste un cuento de grillos.

Este dice así: Había una vez un grillo que habitaba en una casa vieja de un pequeño pueblo. Era muy talentoso con el pequeño violincillo adherido a su espalda que tocaba cuando la casa quedaba en silencio.
 
 A todos, inclusive a los tres gatos de la casa les gustaba oírlo. Su canto los tranquilizaba, les daba confianza y soñaban como angelitos.

Una vez al grillo se le ocurrió salir de vacaciones. ¿Cómo se llamaba el grillo? Armonía, no, no era grilla ni grillete, era grillo, pero se llamaba así.

Bueno, el grillo se fue a una gran ciudad con mucha gente y tanto ruido que nadie lo escuchaba tocar su violín.

Pero una noche llegó a una fría y pobre habitación de un viejisimo hotel. Allí vivía un músico que alguna vez había sido muy famoso, había tenido dinero, mujeres, todo... pero como no era muy previsor, o sea, como no pensaba más que en pasarlo bien, al envejecer se quedó sin dinero, sin amigos, sin bellas mujeres de calendario... sólo le quedó su propio violín y una habitación en ese vetusto hotel.

El músico había perdido la esperanza también, y esa noche, tras beber y beber y beber decidió que ya no quería vivir.

Pero cuando tras cerrar las persianas y aislarse del ruido se propuso llamar a la Dama Muerte, el grillo Armonía empezó a tocar su diminuto violín.

El músico lo escuchó arrobado unos minutos y olvidando sus ideas tristes corrió por su viejo violín e hicieron un duetto maravilloso.

El viejo músico le contó sus penas y el grillo lo invitó a su pueblo... Allí necesitaban un director para la banda de músicos de la escuela de talentos. ¿Querría ir él ? Pagaban poco, pero la gente de los pueblos pequeños es cálida y cariñosa.

Aceptó don Javier, el músico y se mudó al caserón que le cedió el municipio.

Y su fama volvió, pero no la fama efímera y vana, sino una fama que le daba el amor de los niños, el respeto de los jóvenes y la amistad de los viejos.

Por mucho tiempo compartieron su dulce amistad Armonía y don Javier.

Y dicen que en el cielo tocan juntos, con tanto músico que ha llegado a revolverle la casa a San Pedro, pero que causan deleite a Nuestro Señor.

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