Frente al mundo
Por Lorena Ledesma (escritora argentina)
Me sentaba en la plaza antes de entrar
al trabajo para respirar la pureza de un momento de paz y soledad.
Disfrutaba sentir la calidez del sol antes del encierro por 8 horas.
Trabajaba en un hostel de Avda. de Mayo, en pleno microcentro porteño,
tomaba el colectivo con la antelación necesaria como para estar muy
cerca de éste una hora antes. No era un mal empleo, allí conocí a
montones de turistas y ese contacto me permitió ampliar las fronteras de
mi mundo con mucha facilidad. Para mí no eran sólo huéspedes, para mí
eran fragmentitos del resto del mundo a mi alrededor hacerle preguntas
me permitía asomarme a una ventana y contemplar a través de sus palabras
el otro lado. Cuando los veía o los oía llegaban a mí aromas, paisajes
y sonidos de lugares que jamás visitaré. Hasta entonces no tenía un
alma nómada en sentido real, no soñaba con subirme a un avión, bus o
barco y cumplir con un artificioso itinerario. Tampoco era mi costumbre
recorrer sites con paisajitos prefabricados que se ofrecen al mercado
turístico. Mi aventura, mi viaje, se daba de un modo muy simple...
preguntar y re-preguntar con cordialidad y sumo interés. Sueños de otros
lados, retazos de historias vividas, puntos de vistas enteramente
subjetivos... Me fascina la gente que ha visto, vivido y soñado en
otros sitios del mundo, con eso me bastaba y con ello me entretenía
buena parte del día. Me interesaban todos y no anteponía prejuicio ni
vergüenza alguna a la hora de hacerme de un relato. En ese sentido,
cosas como la territorialidad, la nacionalidad, los modismos como forma
de clasificar y calificar a la gente para crear enemistades sin razón
ni fundamento me disgusta muchísimo. Fue en ese lugar, en los encuentros
de cada mundo, donde me empecé a dar la libertad de ser y entregarme a
los otros. Me gustaba cuando me permitían conocer a partir de ellos y
el retorno a casa era un deleite de recuerdos y recontrucciones mentales
de lo oído. Hoy cada vez que camino por mi tranquila ciudad provincial y
me tropiezo con un acento o alguien que me parece turista, me
sobreviene una gran emoción. Así mismo, cuando me hago de un amigo
virtual de otra parte del mundo, me intereso de inmediato en lo que
comparte en su espacio... Es mi forma de viajar, una forma de pararme
frente al mundo.
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