El nacimiento de Mydryn

Sacado de la leyenda arturiana y adaptado para Fer

Por Marta Luz Manríquez Morales
La leyenda Arturiana o del Rey Arturo viene desde la edad media y ha sido tratada por muchos autores, sobre todo por los que aman lo celta o céltico.
Esta es una versión libre del nacimiento del más grande mago y alquimista de la historia, Mydryn Emrys o Merlín, como lo llamó Hollywood.
Antes de ser el país que hoy conoces como Inglaterra o Gran Bretaña, esas tierras formaban parte del imperio romano con el nombre de "Britania", es decir que Gran Bretaña viene de ese nombre latino. No era un país ni un reino sino un puñado de reinos de todos portes con distintos reyes y con clanes o familias como en Escocia.
El imperio nombró un regente llamado Ambrosius que gobernaba todos esos pequeños reinos pero era mandado por el emperador. Podrás creer que un rey es alguien con mucho poder y que hace lo que quiere, pero ¿sabes? alrededor de ellos hay una muchedumbre de gente egoísta que quiere ser poderosa también y que se llaman cortesanos. Son intrigantes y más malos que la Quintrala y reciben títulos bonitos como "marqués" o "conde" o "duque" o  "chupamedias real", que así se deberían llamar por lame... bueno tú sabes.
Ambrosius tenía alrededor suyo a toda una banda de estos individuos que decían quererlo, pero que lo vigilaban a sol y a sombra para no perder sus privilegios. Ya tenían decidido quien sería el próximo rey y por eso no les preocupaba la vida amorosa de Ambrosius que ya era además bastante viejo. Pero como la vida está llena de sorpresas, a la tardía edad ( para esos tiempos) de sesenta años, el rey se enamoró. Sí, se enamoró y nada menos que de una princesa Celta cuarenta años menor que él. Para colmo de males era, como muchos celtas, hechicera, y se enamoró a su vez de Ambrosius. Aunque quisieron impedirlo, se unieron con la venia de Dios y engendraron un bebé... ¿te das cuenta? un hijo de un rey heredaría su trono y siendo la madre una hechicera celta... chao privilegios de los chupamedias.
Como la princesa era una wicca, tenía el poder de la adivinación y cuando concibió al niño en su vientre, Santa Brígida o Briget, le advirtió que se retirara del palacio veraniego de Ambrosius donde estaba y se refugiara con los Druidas porque llevaba en su vientre a una criatura destinada a ser más poderosa que un simple rey. "Será uno de los más grandes magos del mundo... bajo su tutela nacerá y se criará un poderosísimo rey que unirá muchos reinos, pero con el poder real de la tierra, no la  del opresor romano".
La princesa wicca huyó en medio de la noche acompañada por un búho, dejando con un palmo de narices a los cortesanos que querían matarla para impedir que fuera reina.
El rey estuvo inconsolable, pero por mucho que la hizo buscar no la encontró porque como le dijo otra wicca a la que consultó "No se encuentra aquello que no quiere ser hallado".
Pero, querido Fer, finalmente gracias a una vieja bruja envidiosa, supieron que se refugiaba con los Druidas y estos "nobles cortesanos", sin decir nada al rey, fueron hasta los bosques de robles y hablaron con el sumo sacerdote Druida.
Los nobles le aseguraron que pensando en el futuro de Inglaterra y en la paz entre los reyes de las tierras altas y las tierras bajas y la gente del norte y del sur debían "muy a pesar suyo" sacrificar a la criatura recién nacida. De lo contrario, le dijeron, habría guerras y grandes calamidades y hasta podrían, no se sabe a manos de quien, arder las pequeñas aldeas que rodeaban el bosque de los Druidas y morir muchos inocentes. Un discurso muy repetido por cortesanos de todas las épocas y que suena muy familiar ¿no te parece que hemos oído algo parecido este último tiempo?
El sumo sacerdote Druida no era tonto. Puso su mejor cara de hombre santo y les escuchó y les dijo que haría lo necesario para asegurar la paz y el bienestar de Inglaterra. Pero el Duque que los dirigía tampoco era tonto y pidió una prueba de que sacrificarían al niño: Entréganos su corazón -le dijo.
¿Desean talvez, sus señorías, presenciar el sacrificio?  Claro que no ( si eran unos cobardes).
Además exigió a su vez una cosa. Dejarían en paz a la madre, no le tocarían ni un cabello o las calamidades caerían en sus delicados traseros.
Aquella misma noche nació el niño al que llamaron Mydryn Emrys Ambrosius.
A su debido tiempo, tras hablar con la madre, el sacerdote Druida preparó el sacrificio. Pero antes le dijo a la madre:
-Debes confiar en Santa Brígida. El destino del niño se cumplirá a pesar de mí, de tí y de ese atado de traidores.
Serena, la madre, estuvo en primera fila para presenciar el momento. 
El sumo sacerdote Druida puso al niño en la piedra del sacrificio y elevó el cuchillo afilado. En ese momento la luz del sol daba de lleno sobre el niño desnudo, el cual sin embargo no lloraba.
Entonces una sombra bloqueó al sol. El Druida no levantó la vista, pero dejó caer el cuchillo sin tocar al niño.
Todos los demás miraron hacia arriba. Una enorme lechuza blanca como la nieve parecía mantenerse inmóvil en el aire. Tras unos segundos, dejó caer la rata que llevaba entre sus garras y flotando como un fantasma blanco desapareció.
-La señal de Briget-murmuraron los Druidas- la lechuza blanca.
El sumo sacerdote cogió al niño, lo entregó a su madre y abriendo en canal a la rata le sacó el corazón y lo puso en una bandeja de plata.
-Lleva esto al Duque-ordenó a otro Druida-está más allá de la aldea esparando. Y recuérdale su promesa.
El niño permaneció con su madre mientras duró su primera infancia, pero luego el sumo sacerdote Druida se hizo personalmente cargo de su educación.
Le enseñó algebra, geometría y aritmética. Le enseñó geografía y cartografía. Le enseñó anatomía y botánica. Le enseñó lenguas y dialectos. Le enseñó astronomía y alquimia. Y le enseñó la magia celta de los Druidas.
Aquí termina este relato que me contó una lechuza una noche que me quedé dormida con un libro de Mary Stewart sobre mi regazo.
Es mi versión, tan válida como "Las colinas huecas" o "La cueva de cristal". Tan válida como la versión de Disney o las leyendas medievales.
Si quieren saber más de Mydryn, o de las wiccas, o de Arturo el joven, o de Camelot... lean o esperen que otro día u otra noche venga una lechuza, o un elfo, o un hada o el propio Mydryn a susurrarme un cuento en mi oído.

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